El lado salvaje de los caballos
Tal vez el hecho de que nuestra convivencia con los caballos se remonta a hace más de 5000 años, concretamente en Kazajistán, es la razón por la que hemos interiorizado su comportamiento doméstico.
Lo cierto es que el équido doméstico y su convivencia con el ser humano han supuesto un éxito que le han permitido establecerse por todo el mundo y son varios los lugares donde este animal, ya domesticado, ha vuelto a asilvestrarse. Tal vez los ejemplos más claros de caballos en estado natural sea el del mustang, protegido en Estados Unidos o el caballo Przewalski, que es el único caballo salvaje que no desciende de animales domesticados.
Estos animales salvajes se estructuran socialmente en manadas, las cuales se dividen en tres clases de grupos: harenes, grupos de solteros y mixtos. La conformación de estos viene determinado por la edad y el sexo de los animales, además de las interacciones tróficas con el medio.
La estructura principal: el harén
Está conformado por un semental, un macho subordinado, un grupo de hembras y su descendencia. En estos grupos hay una gran cohesión: sus lazos pueden durar toda la vida. Basan sus relaciones en conductas afiliativas; es decir, los animales se relacionan con afecto entre ellos, principalmente existe acicalamiento entre miembros de la manada, lo cual fortalece las relaciones dentro del grupo, de forma similar a los primates, pues con ello también reducen el estrés y las tensiones sociales internas. Todos los caballos dedican mucho tiempo al cuidado de su piel, a través del rascado o rodando por zonas arenosas, lo cual les permite llegar a zonas como el lomo.
Los caballos, dentro de los harenes, suelen establecer relaciones fuertes que se traducen en cercanía física: la proximidad entre dos individuos quiere decir que hay una gran relación entre ellos. Esto es también aplicable a nuestra relación con ellos, y de ahí la importancia de comprender que la relación con un caballo hay que trabajarla hasta que confíe en nosotros para ceder ese espacio vital. Además, el juego es otro comportamiento que aparece en los harenes, especialmente entre los jóvenes. Al igual que en otras especies, tiene un valor incalculable para el desarrollo físico y emocional del animal, posibilitando el aprendizaje natural.
Sin embargo, cuando los potros son maduros sexualmente la cosa cambia: los machos de más de 2 años abandonan la manada debido a las tensiones con el semental, pasando a formar parte de grupos de solteros o mixtos. Ambas formaciones se caracterizan por la inestabilidad, donde tendremos más comportamientos agresivos; si bien su evolución hacia la estructura de harén viene acompañada de comportamientos más pacíficos.
Cuando hablamos de agresividad nos referimos a una serie de posturas que establecen la jerarquía: los caballos son animales que basan su relación en el contacto físico, para bien y para mal: patadas, mordeduras y empujones son las herramientas que utilizan para liberar la tensión, aunque suelen estar precedidas por posturas de sumisión o dominancia.
Así, cuando dos machos se encuentran, se huelen y comienza un ritual que dejará clara su posición dentro de la manada o desembocará en una lucha para esclarecerlo. Sin embargo, no es esta relación de lucha la que queremos tener con nuestros caballos: la doma natural se basa en adaptarse al comportamiento natural del caballo. Un animal que, como hemos visto, tiene una gran expresión corporal, la cual debemos comprender. Además, como animal fundamentalmente presa que es, su intención ante el estrés será huir. Por ello, en general, los accidentes y ataques de caballos son siempre originados por no comprender su comportamiento. Son estos algunos ejemplos de cómo la relación con esta especie debe basarse en el conocimiento de su comportamiento silvestre en un ambiente distinto: conocer al caballo y respetarlo nos garantiza tener una buena relación con él.


